La Exposición Universal de Osaka 2025, que abrió sus puertas el pasado 12 de abril y se extenderá hasta el 13 de octubre, ha transformado la isla artificial de Yumeshima en un epicentro global de innovación, cultura y arquitectura. Bajo el lema “Diseñar la sociedad del futuro para nuestras vidas”, este evento, que espera recibir a 28 millones de visitantes, no solo celebra el intercambio global, sino que también plantea preguntas cruciales sobre cómo la arquitectura puede responder a los desafíos del siglo XXI. Como experto en arquitectura, veo en esta Expo una oportunidad única para analizar el papel del diseño en la creación de sociedades sostenibles, aunque también revela tensiones entre ambición y realidad.
La Expo 2025, organizada por el Bureau International des Expositions (BIE), es la segunda vez que Osaka acoge este evento, tras la icónica Expo ’70. Ubicada en Yumeshima, una isla de 155,6 hectáreas en la bahía de Osaka, el recinto está diseñado por el renombrado arquitecto japonés Sou Fujimoto, cuya visión ha dado forma a un espacio que fusiona tradición y futurismo. El elemento central del diseño es el Gran Anillo, una estructura circular de madera de 700 metros de diámetro y 61.035,55 metros cuadrados, reconocida por Guinness World Records como la mayor construcción de madera del mundo. Construido por las firmas Obayashi, Shimizu y Takenaka Corporation, este anillo no solo ofrece sombra y protección contra la lluvia, sino que también funciona como un corredor de observación elevado, permitiendo a los visitantes disfrutar de vistas panorámicas de la bahía y el recinto.
El plan maestro de Fujimoto organiza la Expo en tres áreas principales: el Mundo Verde, con zonas de descanso y escenarios al aire libre; el Mundo de los Pabellones, que alberga los 180 pabellones nacionales, temáticos y corporativos conectados por un paseo circular; y el Mundo del Agua, un espacio de relajación que integra elementos acuáticos. Esta distribución refleja un intento de integrar naturaleza y tecnología, un tema recurrente en la obra de Fujimoto, quien describe sus proyectos como “notas sin pentagrama”, según Arquitectura Viva. Sin embargo, el uso extensivo de madera, aunque sostenible, plantea interrogantes sobre su durabilidad a largo plazo en un entorno marítimo propenso a la humedad y los tifones, especialmente considerando el clima de Osaka, que abarca desde veranos cálidos hasta temporadas de lluvias intensas.
Los pabellones nacionales son un punto destacado, cada uno diseñado para reflejar los subtemas de la Expo: “Salvar vidas”, “Empoderar vidas” y “Conectar vidas”, alineados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. El Pabellón de España, diseñado por Néstor Montenegro, Enorme Studio y Smart and Green Design, se inspira en la corriente de Kuroshio, un fenómeno histórico que conectó España y Japón a través del Pacífico. Construido con materiales reciclados y de bajo impacto, el pabellón ejemplifica la economía circular, aunque su enfoque en la sostenibilidad podría haberse complementado con tecnologías más innovadoras, como sistemas de energía renovable integrados. Otros pabellones, como el de Países Bajos, con su esfera iluminada que simboliza la sostenibilidad, y el de Japón, centrado en robótica e inteligencia artificial, destacan por su apuesta tecnológica, pero también evidencian las disparidades económicas entre los países participantes, un tema que la Expo no aborda directamente.
Desde un punto de vista técnico, la infraestructura de Yumeshima ha sido un desafío significativo. La isla, accesible mediante una extensión de la línea Chuo del metro de Osaka y servicios de autobuses lanzadera, ha requerido una inversión masiva para garantizar su funcionalidad. La nueva estación Yumeshima, inaugurada en enero de 2025, facilita el acceso desde el centro de Osaka, pero las colas de 30 a 40 minutos reportadas en los primeros días, según publicaciones en X, sugieren que la capacidad de transporte podría ser insuficiente para los picos de afluencia. Además, de los 158 pabellones previstos, cinco (India, Nepal, Chile, Vietnam y Brunei) no estuvieron listos para la inauguración, lo que refleja problemas logísticos y financieros que han marcado la organización del evento.
El diseño del recinto también enfrenta críticas. Aunque el Gran Anillo es un logro técnico, su escala monumental contrasta con la falta de integración de soluciones sostenibles más prácticas, como sistemas de captación de agua de lluvia o paneles solares a gran escala, que podrían haber reducido la huella ecológica del evento. La Expo se compromete a minimizar su impacto ambiental, pero la dependencia de materiales importados para algunos pabellones y el alto consumo energético de las exhibiciones tecnológicas cuestionan la coherencia de este compromiso. Además, el costo de las entradas—6.000 yenes hasta el 6 de octubre, y 7.500 yenes durante el evento—puede limitar el acceso a un público más amplio, un punto de tensión en un evento que busca promover la inclusión global.
Culturalmente, la Expo 2025 es un éxito vibrante. Con 161 países y 9 organizaciones internacionales participantes, el evento ofrece una diversidad de experiencias, desde exposiciones interactivas sobre inteligencia artificial hasta talleres educativos para niños y espectáculos de danza y música. El Pabellón Central, diseñado por Toyo Ito, con su techo dorado y anfiteatro de 1.850 plazas, es un espacio multifuncional que integra al público en actuaciones futuristas, evocando la Torre del Sol de la Expo ’70. La mascota Myaku-Myaku, un ser cambiante que simboliza agua y células, ha capturado la imaginación de los visitantes, mientras que eventos como el espectáculo de drones sobre el Gran Anillo han añadido un toque de magia tecnológica.
Sin embargo, la Expo también refleja tensiones globales. En su discurso inaugural, el primer ministro japonés Shigeru Ishiba expresó su esperanza de que el evento fomente la “unidad global” en un mundo marcado por conflictos y guerras comerciales, según Euronews. Esta aspiración es noble, pero la realidad es más compleja: la participación desigual de los países y las prioridades económicas subyacentes sugieren que la Expo, como muchas de su tipo, es tanto un escaparate de poder como un espacio de diálogo. Además, la inversión de 8,5 millones de dólares por parte de Colombia en su pabellón, en medio de una crisis fiscal, ha generado críticas en redes sociales, como se observa en publicaciones en X, evidenciando cómo estos eventos pueden priorizar la imagen nacional sobre necesidades domésticas urgentes.
La Exposición Universal de Osaka 2025 es, sin duda, un laboratorio de ideas para el futuro, donde arquitectura, tecnología y cultura convergen para imaginar nuevas formas de vida. Sin embargo, también pone de manifiesto los desafíos de equilibrar ambición arquitectónica, sostenibilidad y equidad global. A medida que el evento avanza hacia su clausura en octubre, queda por ver si logrará cumplir su promesa de “diseñar la sociedad del futuro” o si, como muchas Expos anteriores, será recordada más por su espectáculo que por su impacto duradero. Para los amantes de la arquitectura, Osaka 2025 es una cita imprescindible, pero también un recordatorio de que el verdadero diseño del futuro requiere más que grandes estructuras: exige soluciones inclusivas y sostenibles que trasciendan el brillo efímero de una exposición.
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